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Una persona que tomó una inapelable decisión, que acabó con su propia vida seguramente sobrepasado por los acontecimientos y que, gracias a su hermano y las redes sociales ha tenido una repercusión que años a habría sido impensada.
Si, me refiero a Felipe. Joven, Músico, hermano, hijo, amigo, chileno y ciego, entre muchas otras cosas.
Lamentablemente esto último marcó su vida, al igual que las de muchos lectores de este foro, directa o indirectamente.
Las reacciones y convocatorias manadas de este trágico acontecimiento han dejado de relieve la problemática social que vivimos las personas que, como Felipe nos apartamos de la norma por alguna característica física, sensorial, psíquica o de identidad y, el como estas problemáticas son verdaderas ollas de presión que al surgir estos puntos de unión explotan.
Los ríos de tinta que han corrido y las horas de video que se han emitido nos muestran un escenario de indignación, de rabia, de incomprensión, de indiferencia y de nula capacidad para encarrilar dichos sentimientos en vías que concluyan en soluciones o, por lo menos, dignidad para los afectados.
Férrea indiferencia por parte de la empresa Metro y de la justicia chilena, rabia e impotencia entre los sectores de personas discapacitadas que se sienten identificadas con este trágico suceso.
Efectivamente la reacción de manifestarse es un derecho ciudadano y cívico pero, en este particular según mi humilde opinión hay un problema de enfoque, de saber el porqué estamos reclamando, el que pedimos, el que nos indigna.
El motor de el sentimiento colectivo el cual a mi también me afecta es Felipe y su decisión.
El problema es que lo ocurrido no fue discriminación pues las reglas de Metro son archisabidas y debemos respetarlas. Si decidimos no hacerlo tenemos que estar atentos y dispuestos a las consecuencias.
El problema aquí señores fue, lisa y llanamente violencia. No violencia hacia un discapacitado, no violencia a un ciego, si no que violencia hacia un ser humano, hacia un ciudadano chileno, hacia una persona digna y sujeto de derecho. Violencia hacia alguien que primero era un joven, luego un músico, un hijo, un hermano, un integrante de nuestra sociedad.
Violencia ejercida de forma abusiva e innecesaria por parte de cuerpos de seguridad que están para hacer respetar y respetar ellos mismos las normas y las leyes, las cuales tienen sanciones y penas hacia los hechores de actos violentos, vejatorios y ofensivos, sobre todo si son en la vía pública o en instalaciones destinada a atención o circulación de público.
El hecho de que Felipe fuese ciego, tuviera problemas de movilidad, hubiera sido rechazado de los irrisorios mecanismos de inserción laboral y tuviera un historial de problemas emocionales que databan desde sus 15 años que desembocaron en su trágica decisión no son la base de una argumentación, si no que agravantes, y muy serias, de un echo que está penado por la ley precisamente porqué atentar contra la honra y dignidad de las personas pueden gatillár tragedias como la ocurrida.
El problema acá no es la normativa de Metro, es la guardia que agredió a un ciudadano.
No es la normativa de Metro, si no que los administradores y jefes de estación que están ocultando datos, negando el echo y escondiendo a una persona cobarde, agresiva y peligrosa ocupando un puesto del que depende la seguridad de los pasajeros de este medio de transporte en el anonimato de una empresa.
No es la normativa de Metro, insisto, si no que un cuerpo de seguridad ciudadana, Carabineros de Chile, que se presta a defender dependencias de una empresa en lugar de proteger a los ciudadanos, que ante una marcha pacífica responden violentando y golpeando con consecuencia de fracturas a personas, a chilenos, con la agravante de que algunos eran ciegos, otros andaban en sillas de ruedas, otros solo acompañaban en la manifestación de un dolor que la gente no save como expresar ante la impotencia de la máquina estatal que si quiere negar algo, eso nunca ha pasado.
Este es el real problema de enfoque.
Cuando hablo con personas comunes y corrientes de Felipe lo primero que dicen es: -“Pero cómo pudo hacer eso?”- -“Pobrecito, ¿Cómo tomó esa decisión?”-
Lo más gracioso es que cuando hablo con alguna persona que además tiene ceguera, o problemas físicos, o sordera lo que dicen no es eso. En realidad hasta ahora no he hablado con ninguno que se pregunte el “¿Porqué?
Es como si todos tuvieran claro ese punto sin lugar a dudas. Lo que si es perceptible por sobre cualquier otra cosa es rabia, mucha rabia.
Y eso es lo que juega en contra.
Yo puedo entender el sentimiento, la ira, la indignación pues también he sido parte de un involuntario colectivo pues, aunque nosotros luchemos por incluirnos en la sociedad los otros ciudadanos de este país y del mundo en general etiquetan a sus pares y, no perdamos de vista que el ‘nosotros’ y el ‘ellos’ también lo son haciendo que todos caigamos en el mismo juego identificándonos consciente o inconscientemente con alguna de ellas.
Y, sin desearlo y sin pretenderlo somos agrupados y apartados bajo estas etiquetas, este ostracismo social, educativo, formativo y profesional que, finalmente genera odio, rabia, impotencia y es el caldo de cultivo ideal para que personas como Felipe tomen desiciones definitivas o, desbordados por este tsunami de sentimientos e injusticias que ahogarían a cualquiera se sientan derrotados y caigan en medio de su batalla personal por hacerse valer y no puedan levantarse más.
Cual es el enfoque correcto?
Creo que queda claro pero, en lugar de señalarlo con el dedo prefiero dejar la conclusión abierta pues se que ustedes han llegado a sus propias reflexiones y, de seguro, muchas son más certeras que la mía.
Para las personas que quieran indagar más del caso motivo de estas líneas les dejo el enlace a Youtube de la entrevista realizada a Mauricio Diaz, Hermano de Felipe y su búsqueda de explicaciones sin respuesta.
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Rodrigo A. Leuthner Romero (@BlafKing)
27 de Marzo de 2015
San Fernando, Chile.